viernes, 20 de octubre de 2017

SOBRE CRISTALES


“La de personas a las que he hecho llorar desde que no te hago reír a ti”
Escandar Algeet


Echo de menos que ya no me eches de menos,
que no sea tu voz la que suene al otro lado de cada llamada,
el “fóllame, pero no me jodas” que me concedías con cada polvo de redención
y que ahora me suena tan lejos que ni siquiera escucho.
Me resigno a aceptar mi muerte,
-seguro que el mundo aun brilla sin ti- pienso

y en este falso y tardío intento de olvidar
vuelvo a engañarme.

Culpo a cualquiera antes que a mí
de esta vida tan cuesto abajo y resbalando que yo solo me busco
tantas veces,
tantas noches.
Y bailo sobre cristales
porque siempre fue mucho más fácil parecer feliz
que serlo.

Desde que me acuesto solo me faltan razones para dormir
y me invento cualquier excusa para no hacerlo.

Hace tiempo que no sé
si bebo para olvidar
o porque ya te olvidé, hace tiempo.

Vuelvo a estar tan perdido como mi mirada a las tres de la mañana,
tan confuso y desorientado
como un perro sin casa ni dueño.

Porque hay silencios que duelen más que cualquier palabra
y espejos que te advierten que no llevas buen camino,
que ya va siendo hora de empezar a cuidarse.
Y hay noches en las que no sé cómo deshacerme de esta soledad acusadora
que se ríe y me señala,
que me obliga a colocarme para olvidar mi pena
y más tarde vuelve para cobrármela con intereses.
Y hay días en los que vivir resulta una obligación demasiado exigente,
en los que no estoy a la altura del guion,
ni siquiera para estar triste.

Me cuesta aceptar que no estarás detrás de mi día a día,
ver que los coches ya no reflejan nuestra silueta  en sus cristales
y que la vida, a pesar de eso, avanza,
pero imaginarte feliz y lejos me ayuda a entender por qué lo hiciste,
lo de marcharte.

Y será que hay veces en las que el mundo me parece un lugar horrible si no me despierto contigo, y que hace demasiados ojalás que no lo hago,
lo de ser feliz.

Será
 que suele ser más fácil llorar que explicar por qué lo haces.

Así que me callo,
tiro los papeles donde escribí que te echo de menos con ilusión de suicida,
abro una cerveza,
acaricio a mi perro,
y, poco a poco, me voy acostumbrando al daño, aunque siga sin entenderlo.

Dejo de engañarme imaginando que tú también piensas en mí
pero no te atreves a llamarme.
Asumo que no me buscarás tampoco esta noche, 
que no hagas, siquiera, el amago de quererme por compromiso
y vuelvo a quedarme en silencio.

Porque prefiero callarme, mi amor,
a pedirte que me quieras.
Tú me lo enseñaste:

el amor, no es ninguna exigencia.


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