miércoles, 17 de noviembre de 2021

MORFINA

Tu recuerdo tan lleno de sitios comunes que resulta imposible 

sortear la fragilidad del vacío que dejas. Te veo 

sentado en El cristuco, paciente 

y cansado 

de arrastrar unos pies que ya no pueden 

pero pudieron. 

Estás aquí, sacando la lengua 

tras cada fotografía 

exclamando en silencio  

que tienes miedo a morir. 


Aprietas contra tu pecho mi mano y me miras

con orgullo y nostalgia, 

-como miran los exiliados a través del cristal-

justo antes de olvidarme y confundir mi cara con una sombra 

capaz de arrebatarte el pulso. 


Te duele. Y arqueas la espala 

fatigado de luchar contra lo invencible. Lleno 

de un tumor al borde 

de asfixiarte. 


Intento domar el dolor, ser el hombre 

que hubieras querido que fuera, aguantar 

las ganas de llorar 

cuando te veo correr en dirección contraria a la muerte y me pides ayuda

como si yo,

iluso,

pudiera salvarte. 


Cargo 

la jeringuilla con el miedo a equivocarme 

con el temblor inexperto de quien no sabe

si el coste de callar el dolor 

merece la pena. 


Y duermes 

cada vez más, sueñas asustado

con el hermano que se mató y cuervos 

sobre la pared del cuarto.  

Me agarro 

a tu mano 

como al último clavo ardiendo. 

Incapaz de asumir 

que aun estás aquí.


Aunque ya no.


Aunque ya nunca. 





miércoles, 30 de junio de 2021

LO IMPOSIBLE

 Sonaba Antony and The Johnsos,  hacía eco

el batir de unos vencejos sobre nosotros. 

Cómo es tu nombre ahora 

qué te trajo esta vez por aquí, en qué piensas

cuando sientes miedo y te encuentras sola. 

Aun hueles a océano y piedras blancas, y arrastras,

aunque no lo creas, 

un halo de esperanza en cada minúsculo gesto que dejas escapar. 


Qué contar que no sepan los astros. Si, a veces, 

te vi volar sin dejar huellas, escapar 

del ruido enfermo 

de un teléfono que no suena, reír 

como quién al fin lo comprende todo. 


No te seguí. Y puede que me equivocara 

buscando los pasos lejanos 

hacia un lugar que ya no existe. Tratando 

de evitar un golpe inevitable contra ese muro de la cotidianidad. 

Pero confiaba tanto en que la sangre no llegaría a nuestros pies 

que olvidé mirarte a los ojos. Creí entender 

que lo entendía. Y ese fue mi error. 


Al final, todo encaja cuando ya no importa. La nieve ha ocupado mi camino

y tantas resacas después, llega un tropiezo cualquiera 

a ponerte frente a mí

como un tortazo de manos frías. 

Para contarme

una vida tan ajena 

a todo lo que conocí 

que es normal que no me encuentre,

que no vea las cadenas 

aunque pesen y duelan como dolió perderte.  


Supongo que así ha de ser a partir de ahora. 


Entender, tan tarde y torpemente 

todo lo que no supimos entonces, cuando 

aun había esperanza,

cuando aun 

temblaba el suelo por cada paso en falso 

y morían a puñados lagrimas sin ganas de salir . 


Reconocer 

que aun cuando siquiera quedaba herida por sanar 

no dejé de hacerme daño, 

como un mártir enamorado de la tristeza, alargando 

hasta el limite 

hacía lo más hondo y lo menos común 

ese amasijo de penas que me regalaste.


ahora, te doy las gracias también por eso. 


Y hacerme entender otra vez

de nuevo

que siempre nos gustó

regar piedras 

esperando que florezcan.