sábado, 27 de julio de 2019

CARTAS TARDÍAS

La Habana, Noviembre 2017. 

Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos, y en uno de esos cruces nos permitimos querernos.
Sin embargo —callado también está dicho— me equivoqué.
No es nada nuevo para mi, me equivoco constantemente. Lo malo es que resulta imposible deshacer el daño ajeno de las cagadas propias. La esperanza es que tras cada tropiezo y confusión, detrás de cada herida sembrada por cualesquiera que sean las equivocaciones se esconde la capacidad de pensar, pedir disculpas y aprender. Y saber eso, a veces, consuela.
Por eso no vengo a exigir clemencia ni redención, ya sé que tú me perdonaste mucho antes de lo que yo lo hice conmigo mismo.
Vengo a admitir mis errores mayúsculos con la triste honestidad de quien ha perdido lo irrescatable.
A contarte, esta vez sin titubeos, que si no supe hacerlo bien no fue por ausencia de sueños ni carencia de amor, sino por falta de valentía conmigo mismo.
Y a disculparme de nuevo, por si en ese acto de cobardía te hice más daño del que podías soportar.
Insisto: perdón.
He tenido que besar el mismo suelo que pisas para poder entenderlo y conseguir perdonarme también, pero confieso que nada ha merecido más la pena.
He tenido que atravesar estas inútiles nueve horas que nos alejan para comprobar que aquellas palabras donde me decías que «son demasiadas las cosas que nos unen cuando lo único que nos separa es un simple océano» aún siguen teniendo vigencia, pero nuestra historia, tal y como la soñamos, no.
Y me resulta algo molesto cargar con esa continua sensación de desconcierto, impuntualidad y desubicación encima, pero entonces te imagino feliz y me calmo.
Porque sé que el tiempo y las circunstancias nunca han jugado a nuestro favor y afronto, no sin cierta pena, resquemor y lástima, que este momento no sea para nosotros. Acepto no descubrir tus rincones preferidos con mi brazo sobre tus hombros, no ver amanecer desde la misma cama donde ahora sueñas con alguien que no soy yo, callarme las disculpas que no pronunciaré al pisarte los pies tras cada intento de baile. Lo acepto.
Porque amar también es eso. Disfrutar del vuelo ajeno y desacompasado de las personas que queremos.
Y porque entiendo que es inútil apostar cuando el partido ya está terminado, o intentar marcar un gol cuando ni siquiera juegas.
Y aunque Las cosas que se quieren de verdad no se dejan al azar, como me dijiste aquella noche, también sabes muy  bien como funciona esto; que a veces somos víctimas y otras verdugos. Que hay cosas de las que nos alejamos aunque nunca abandonemos. Y, a menudo, y sin saber muy bien de qué manera, acabamos regalando ataúdes cuando prometemos estrellas. 
Y tal vez el tiempo corrió demasiado desde aquella primera vez en que nos vimos, pero es hoy, cinco años más tarde, que vuelvo a verte y no sé ocultar que me sigue enamorando la misma mirada cálida y fiel que una vez emborroné. Que ya no sé si te veo o te sueño en cada muchacha de pelo rizado y piel morena con las que me cruzo por estas calles tan llenas de vida y tan vacías de nosotros por las que camino.
Parece como que nada ha cambiado pero todo es diferente. Como si a pesar de todo nunca hubieras dejado de estar cerca, porque sigues conociéndome mejor, incluso, que yo mismo, y todavía posees la maravillosa capacidad de anticipar las palabras que aún no he pronunciado pero supongo con sólo mirarme.
Pero no sientas esto como una despedida ni una renuncia, ni tampoco busques entre mis palabras deseos pretenciosos que te hagan dudar, tan sólo hay verdad cruda y sin intenciones. Ni reclamo ni cuestiono; Acepto y sonrío. Los pasos que elegimos dar siguen siendo el mayor reflejo de libertad que podemos ejercer y en el amor no hay cabida para la renuncia.
Eres maravillosa, quería recordártelo también. Darte el poder de exigir a las personas que te acompañen que no lo olviden.
Devolverte con una mezcla de pena y felicidad
las caricias que se quedaron pendientes
antes de volver sobre mis pasos, más grande, más perdido y más feliz. 
Jugando con las dudas y la ilusión entre las manos. 
Y todavía
creyendo en la magia 
y en ti.