sábado, 5 de septiembre de 2020

AEROPUERTO DE MILÁN, TERMINAL 3

 Llevaba un rato mirando cuando se dio cuenta 

y sonrió. 

Era igual que mi abuela. 

Con su mirada profunda y cálida, esa forma 

de estar en el mundo con alegría y ganas 

de seguir en él. 


Se daba aire con la tarjeta de embarque. Miraba a sus nietos 

complaciente 

tras el trabajo bien hecho. 

No decía cuidado, te caerás, sino levanta y lucha

Esperaba tan paciente

tan bien puesta. 


Era igual que mi abuela. Misma pose. Misma ternura. Mismo resultado. 


Igual es ella -imagino-. 

y lleva más de diez años perdida entre aeropuertos 

sin saber cómo volver. 


Vuelvo a mirarla. Intuyo su perfume 

esparcido en el escote. La risa 

entre sus frases. Las piernas 

torpes y quebradizas sobre las que descansa el bolso, seguro 

lleno de cigarros y carmín. 


Me mira. Lloro. 


Era igual que mi abuela 

si no estuviese muerta.