miércoles, 17 de noviembre de 2021

MORFINA

Tu recuerdo tan lleno de sitios comunes que resulta imposible 

sortear la fragilidad del vacío que dejas. Te veo 

sentado en El cristuco, paciente 

y cansado 

de arrastrar unos pies que ya no pueden 

pero pudieron. 

Estás aquí, sacando la lengua 

tras cada fotografía 

exclamando en silencio  

que tienes miedo a morir. 


Aprietas contra tu pecho mi mano y me miras

con orgullo y nostalgia, 

-como miran los exiliados a través del cristal-

justo antes de olvidarme y confundir mi cara con una sombra 

capaz de arrebatarte el pulso. 


Te duele. Y arqueas la espala 

fatigado de luchar contra lo invencible. Lleno 

de un tumor al borde 

de asfixiarte. 


Intento domar el dolor, ser el hombre 

que hubieras querido que fuera, aguantar 

las ganas de llorar 

cuando te veo correr en dirección contraria a la muerte y me pides ayuda

como si yo,

iluso,

pudiera salvarte. 


Cargo 

la jeringuilla con el miedo a equivocarme 

con el temblor inexperto de quien no sabe

si el coste de callar el dolor 

merece la pena. 


Y duermes 

cada vez más, sueñas asustado

con el hermano que se mató y cuervos 

sobre la pared del cuarto.  

Me agarro 

a tu mano 

como al último clavo ardiendo. 

Incapaz de asumir 

que aun estás aquí.


Aunque ya no.


Aunque ya nunca.