domingo, 16 de julio de 2017

TREGUA

No permito la redención de mi pena
si cada vez que vuelves caigo como un niño sin manos donde agarrarse,
y la vida se convierte en una fatiga de pensamientos envenenados,
en un grito al espejo que nadie escucha,
un puñetazo al aire por la estúpida certeza de saberte parte.

Saber que todo no fue suficiente, que, incluso
cuando no me quedaba más por dar, lo hice
y no bastó,  me recuerda que hay causas por las que no merece la pena luchar,
aunque haya personas por las que sí.

Me hubiese bastado con un amago de preocupación
para no maquillar palabras con la vana intención de explicarte
que mi vida se deshilacha cada vez que vuelves a aparecer en ella,
y nunca como antes.

Ahora, esta luz intermitente me conduce a otro callejón sin salida
donde no se caminar sin hundirme entre el fango de la memoria,
ni evitar los chillidos impertinentes de las cosas que no nos dijimos.

Vuelve el cansancio,
la ansiedad, las excusas.

Vuelven a doler tus pasos caminando tan lejos, pero tan cerca,
las mañanas de ponerse en pie, pero no acabar de levantarse,
las calles desterrando nuestra historia de nuevo.

Alguien me recuerda que puedo dormir acompañado, pero solo,
y en un intento de quererme me repito  que yo no me merezco eso,
y ella tampoco.
Ya entendí que el guiño cómplice que me hace la noche
no es más que el falso intento de ser feliz por unas horas,
y empieza a ser cansado descubrir que las promesas nocturnas al madrugar se rompen
y los labios con whisky alivian, pero no curan.

Vuelven a escaparse las ganas de quedarme a solas conmigo,
el miedo de mirarme en un espejo nublado y no encontrarme.

Ahora que todo se ha acabado, pero no el dolor,
que vuelves y te vas,
que tambaleas mis cimientos al paso de tus pasos
y todo vuelve a no encajar por ningún lado.
No quiero saber qué despedida será la definitiva,
recaer en ti como un vicio gratuito.

Llevo demasiado tiempo cuidando este silencio, sobreviviendo al día a día.

No confundas echar de menos con amar, sabes que no es lo mismo.

Y aléjate.
Porque no puedo seguir cavando esta tumba ahora, mi amor,
sacando brillo a sueños ya oxidados.
Esta vez, elijo huir,
que volver a ver mi vida derrumbarse ante mis miedos.
Estoy dispuesto a buscar entre mis cosas un hálito de luz que me recuerde
que alguna vez he estado vivo,

y tú, no estabas allí.
Y a seguir
-aún cuando las fuerzas flaqueen y los relojes sigan en nuestra contra
y los domingos pesen como duelen estas manos desde que no estás cerca.-
A seguir,
como quien ya no espera nada
pero lo ansia todo.
A seguir,
porque es absurdo sentarse a esperar,
mientras tú,


te alejas. 

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