sábado, 3 de marzo de 2012

CICERON - DE AMICITIA

Así pues, creo que hay que servirse de estos límites, que, cuando las costumbres de los amigos sean las correctas, entonces haya entre ellos una unión de todos los asuntos, decisiones, voluntades sin excepción alguna; que, incluso, si por alguna casualidad sucediera que unos deseos menos justos de los amigos tuvieran que ser asistidos en los que o bien su cabeza o bien su fama corriera peligro, habría que apartarse de este camino con tal de que no siguiera la mayor deshonra. En efecto, este es el punto hasta el que puede concederse perdón a la amistad. Y verdaderamente no ha de ser despreciada la fama, y no conviene considerar como un arma mediocre para llevar a cabo asuntos el afecto de los ciudadanos; conseguirlo con halagos y adulando es vergonzoso: la virtud, a la que la sigue el amor, para nada ha de ser menospreciada. Pero (en efecto vuelvo a Escipión, cuya disertación por completo era sobre la amistad) se lamentaba del hecho de que en cualquier asunto los hombres eran más cuidadosos: que podían decir cuántas cabras y ovejas tenía cada uno, no podían decir cuantos amigos tenían y que ciertamente ponían cuidado en comprar aquellas, en elegir los amigos eran negligentes, y que no tenían como ciertas señales ni marcas con las que juzgar a esos que fueron idóneos para las amistades.

Traducción: Bruno González Lázaro

No hay comentarios:

Publicar un comentario