sábado, 5 de diciembre de 2020

NADIE

 Sin nada que asumir tras la pérdida más que la propia pérdida. 

Acepto, como un castigo merecido, cada estúpida lágrima 

y cada estúpido paso 

con los que me fui alejando, seguro

de que habría un lugar mejor

mas claro y puro. Un sitio

donde respirar no fuese un acto de fe como hasta entonces

y largas praderas verdes se extendían ante nosotros, llenas 

de perros y flores 

como las que nunca me atreví a regalarte. 


Qué simple parece todo cuando ya ha pasado

y tres cervezas de más no harán que lo olvides. Qué rápido 

el consuelo de los desconsolados. La rabia sorda 

de quien ya no quiere oír sus propias mentiras.  


Pero aun queda, en la periferia del dolor, cosas que entender

aunque evite asumirlas. Palabras por decir 

para poner en el lugar adecuado la memoria del amor. 

Debo recordar, entonces, qué mutiló la pálida esperanza que nos envolvía, 

aunque suponga aceptar 

que ambos fuimos alfareros de un dolor que no evité. Saber,

sin compadecimiento ni pena, sin renuncia 

ni rabieta

contra lo inevitable,

que todo ha terminado. 


Así funciona esto. Perdernos 

también era posible  

entre tantos sueños. 


Y ahora, que no estás y yo me he ido. 

No queda  más que asumir que tras la perdida tan sólo queda

este pánico  insalvable

este desconsolado llanto 

que nace al entender 

que tras la pérdida 


no hay nada. 


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