Nunca buscó una casa grande con jardín
y arboles bajo los que acostarse.
No quiso el piso con más metros cuadrados, la piscina
las vistas al mar
las sabanas de franela.
Aceptó más que servida lo que vino. Y corrió
por donde pudo. Porque nunca le importó vivir bajo un palomar o bajo este techo
sobre el que duerme,
sólo que una mano amiga la comprendiera, adivinara
la luz que hay en su alma, la bondad
tan pura
y limpia
con la que existe sin pretenderlo.
Alguien
que fuera hogar porque él habita
y no a la inversa.
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