martes, 5 de septiembre de 2017

REINCIDENTE

“No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.”

Piedad Bonnett

La vida se me cae a pedazos en el eterno tiritar de miedos que ya no me asustan,
pero molestan.

Yo que siempre tenía una sonrisa a mano para cualquiera,
un beso dispuesto y sincero a entregarse
y las absurdas ganas de salir al ring hasta que muera,
y ahora
me sofoca el cansancio repetitivo de mi memoria al primer suspiro,
me embarro en el infinito bucle de errores sobre el que camino
y soy incapaz, siquiera, de pelear por mí mismo.

No sé desclavar los fracasos sin sentirme culpable,
y me acojona convertir en rutina las ausencias,
observar desde el palco mi vida destruirse,
olvidar que un día supe cómo hacerlo bien.
Antes
de las faldas y los porqués
de las mentiras y los silencios.
Antes, incluso,
de las promesas y los excesos.

Claro que no quiero esta vida descarrillada,
este desfile de tropiezos y desencuentros
en dónde salgo más noches que la Luna
y me pongo más días que el Sol,
pero no conozco otra forma de salir del error
que no sea cayendo en otro más grande.

Sería más fácil si comenzara admitiendo que estoy profundamente perdido,
que hace tiempo que me encuentro mejor en los bares
que en la cama,
y que las únicas certezas que advierto siguen sin gustarme demasiado
porque son excesivamente sinceras
para todo lo que me autoengaño.

Ojalá supiera capear a la tristeza,
evitar las lágrimas
y enfrascar un poco de esperanza
para cuando nos vengan mal dadas.  

Necesito salir de este laberinto de espejos y miedos
empezar reconociendo que, de nuevo, me equivoco,
que no tengo ninguna explicación para toda esta tristeza, pero pesa.

Y lo siento
si vuelvo a quedarme sin palabras,
si no cojo el teléfono otra vez
y huyo de los problemas que yo mismo provoco.
Te prometo que trato de hacerlo de bien,
y te prometo, también, que te quiero,
por eso me alejo
pero no abandono.
Nunca se me dio bien ser libre y feliz al mismo tiempo.

Supongo que estás cansada también de eso,
y lo entiendo.

Por eso me escondo
sin casa, ni dirección,
con lástima y remordimiento;

porque ya he aceptado que mi vida es una mierda
pero jamás permitiría
que eso ensuciara


la tuya. 

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