a poner la piel sobre la herida. Y pasaron mujeres
fugaces
como confeti entre tus bragas.
Y hubo silencios
tan profundamente hondos
que no supe ocupar. Ojos
clavados a una fotografía descorchada. Flashbacks,
como disparos de la memoria, recolocándome a dos calles de ti.
Hace más de un año que no te veo y aun me asusta imaginar la casa llena.
Como si, de alguna extraña manera, estuviese -todavía- esperando al olvido esta soledad,
y no acabara nunca de llegar.
Y claro que me asomo al mar, de vez en cuando, y todo parece alejarse.
Es sólo este arrogante ego
incapaz de aceptar la pérdida de lo inevitable. Esta rutina
de noches amontonadas
tan lejos ya de convivir aquí.
Apenas te pienso.
Respiro como me enseñaste
y, dos veces al día, recuerdo que estoy vivo.
Miro el regazo tranquilo de los años
pasando como piedras sobre nosotros, sepultando
todo lo que en algún tiempo soñamos conseguir.
No queda nada de aquellos en este reflejo.
Y si duele, es
porque creía en ti
como se cree en los sueños.
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