No beso el suelo que pisan
pero amo hasta su última piedra.
Los taxistas ven en mí el reflejo de una mirada curiosa y desorientada
intentando aparentar normalidad.
Y en esa mezcla de sueños, al fin, palpados
y estas ganas de llorar sin fronteras
me debato.
Es miércoles, 8 de noviembre de 2017,
llueve en la Habana
y nunca me alegré tanto de ver llover
y saberme vivo.
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