Buenas tardes,
hoy con este discurso no quiero jactarme de mi triunfo, ni decir banalidades,
ni perderme por los caminos de la, tan amada por Cicerón, retórica que conducen
a destinos inciertos. Quiero hablar claro y con ello, mostrar a todo aquel que
lo quiera oír, la importancia que ha cobrado en mi vida el latín, la
importancia de esta multifacética lengua, una importancia que no sólo me afecta
a mí o a todos los aquí presentes, una importancia de la que la sociedad
indudablemente se tiene que hacer eco.
En primer lugar
antes de nada me gustaría agradecer a la Sociedad Española de Estudios Clásicos
por haberme brindado la oportunidad de poder participar no sólo en el Certamen
Ciceronianum, sino también en la Prueba Nacional de Griego. Además me gustaría
también dar especialmente las gracias a la Sociedad Menéndez Pelayo, que ha
sido la responsable de que yo pudiera vivir esta experiencia única gracias a la
subvención que otorga al vencedor del Certamen Ciceronianum en la sección de
Cantabria, subvención que ojalá se siga manteniendo durante mucho tiempo, pues
realmente merece la pena vivir este tipo de experiencias que acentúan y
consiguen que sea mayor tanto el conocimiento del Latín como las ganas de
seguir estudiándolo, así como dan una oportunidad para conocer personas que
tienen unas preocupaciones y unos gustos parecidos a los tuyos.
Pero la
participación en este Certamen tiene un trasfondo mucho mayor que el de un
examen o un premio. La participación en este Certamen se debe a la gran pasión
que despertaron dentro de mí el Latín y la cultura latina. Mi visión del latín
se ha ido transformando en un breve lapso de tiempo. Primero, era un completo
desconocido, algo que obviaba, algo que, por ignorancia, consideraba de escaso
interés. Tras esto comencé a sumergirme en las corrientes tanto latinas como
griegas y empezó a cambiar esta concepción, el Latín se mostró ante mí como un
juego, un juego en el que se aprendían las reglas y a base de experimentar y
experimentar, se conseguía desentrañar el misterio encerrado en cada letra de
cada texto, un juego en el que la sintaxis se convertía en el mayor aliado, un
juego en el que sin apenas darme cuenta, me había convertido en un jugador más.
Pero el juego dejó de ser un juego. El juego se tornó en necesidad, la
necesidad de traducir, de descifrar, de analizar, de alcanzar un conocimiento
del latín mayor, en definitiva, de adentrarme más profundamente en las
vicisitudes de esta hermosa lengua.
Y así decidí
prepararme para este Certamen, un hecho que fue la culminación de un gran
trabajo de documentación y traducción. La preparación conllevó muchas horas
dedicadas y mucho esfuerzo empleado, muchos sacrificios y muchos más
beneficios, muchos desamores y muchas reconciliaciones con el Latín. Todos los
pros y los contras obtuvieron finalmente su recompensa y conseguí ganar este
Certamen. Pero eso no quiere decir que sea el mejor o el más listo, para nada.
No me puedo olvidar de los duros rivales que tuve, Guillermo, Pablo, a la vez rivales
y amigos, que habían seguido de la misma forma que yo la ardua senda
preparatoria para este examen, y que habían luchado para conseguir su objetivo,
presentando unas credenciales tan firmes como las mías.
Pero el ya citado
arduo camino preparatorio finalmente me hizo también alcanzar la última etapa
de mi concepción del latín, mi concepción actual, el Latín como método de cura
para esta sociedad indudablemente enferma. Este idioma nos otorga muchas y
diversas cualidades: como acción más inmediata, el aprendizaje del Latín
acentúa el entendimiento de nuestra propia lengua y también de distintas
lenguas, al ser la lengua madre de todas las romances. Además, la necesidad en
ciertos momentos de la traducción de buscar sinónimos o de emplear un
determinado sintagma hace que el conocimiento del léxico de nuestra propia
lengua sea mayor. Pero no solo eso, sino que también el ejercicio lógico
desempeñado en el descifre de la lengua latina y de su sintaxis hace que nuestra
capacidad de raciocinio aumente considerablemente, incrementando nuestra
habilidad y rapidez mental. Por último, conocer el Latín te permite dar una
propia interpretación sobre lo que dijeron los clásicos, no accedes a una
traducción, sino que das la tuya propia, pudiendo conocer en primicia un texto
que cobra vida haciendo que tus sentimientos fluctúen conforme fluctúan las
ideas del texto, aceptándolas o rechazándolas, y finalmente, haciendo
cristalizar una nueva visión tanto de ti mismo como del mundo que te rodea.
Todas estas reflexiones
me llevan inexorablemente a preguntarme diversas cuestiones, ¿por qué el Latín
se obvia tanto en la sociedad? ¿Por qué somos tan pocos en este pequeño pero
interesantísimo mundo latino? La respuesta a ambas preguntas es bastante clara.
Porque tristemente dependemos de una economía basada en la adoración del
dinero, aunque ello implique la pérdida absoluta de ya no sólo el Latín, sino
de diversos métodos que incrementan nuestras posibilidades intelectuales. Ante
esta caza que están sufriendo las Humanidades, sólo podemos tomar una decisión:
acercar las culturas clásicas a la sociedad, mostrárselas cercanas y finalmente
explicar a todo el mundo que el poder económico no es lo más importante, que el
dinero es simplemente una representación, algo que desaparece con el tiempo,
mientras que el aprendizaje se mantiene dentro de nosotros, ayudándonos a ser
mejores personas.
Por último y para
acabar, quisiera agradecer a todas las personas que me ayudaron para conseguir
mis metas. Sobre todo una mención especial a mi profesora Azucena, sin la que
no podría haber conseguido absolutamente nada. Ella me mostró la senda y yo
solo tuve que seguirla, tiene la misma culpa que yo o más de que finalmente
haya alcanzado la meta. También a mis amigos Manuel y Saúl que me dieron la
mano y me animaron a seguir siempre que tuve dudas o miedos. Y cómo no, a mi
familia que también me dio todo su apoyo y cariño, y a mi madre, que luchó y
luchó a pesar de todos los pesares y consiguió darme a mí y a mis hermanos una
educación que considero digna de admiración.
Por tanto, por
todo lo dicho y aquí expresado, eventos como el Certamen Ciceronianum, son tan
importantes para acercar a la sociedad las humanidades. Yo puedo asegurar sin
dudar que haré todo lo posible por defender la cultura clásica y expandirla
todo lo que pueda. Así, la sociedad conseguirá despertar de este letargo que
poco a poco la está consumiendo y seguirá la senda correcta para formar un
mundo mejor, más justo y feliz. Muchas gracias.