miércoles, 14 de agosto de 2024

Esto también pasará.

Hace un año deseaba estar muerto.

Me vi sumergido en una inagotable oscuridad donde era incapaz de explicar qué me pasaba y porqué.

De aquello, recuerdo poco y difuso; La persistente sensación de vacío, la fragilidad de una mente tan desacostumbrada al miedo, la cabeza rota y yo tras ella. Arrastrados hacia días largos y oscuros que sucedían a días largos y oscuros que sucedían a días largos y oscuros que sucedían… 
Supongo que cuando estás en el epicentro del vacío es imposible encontrar orillas a las que agarrarse. Te sientes como en mitad de un mar tan lejano de absolutamente todo que asusta. Y, mientras a tu alrededor la vida pasa, tú te vuelves más frágil, más aterrado, más solo. Oyes disparos, pero vienen de dentro y eres incapaz de pararlos. Es imposible que puedas ver, sentir y pensar en las cosas como lo hacías antes. Abandonas tu cuerpo a un puñado de pastillas y te cuestionas de forma obsesiva cuánto más soportarás así. 

Te alejas de todo, de todos. Intentando encontrar la grieta por donde entra la luz pero sin fuerzas para abrir los ojos. Nadie lo entiende y tú eres incapaz de explicarlo. Te aterra tanto hablar que prefieres el silencio a la justificación, la distancia a la comunicación, la ausencia al enfrentamiento. Te miran desde la lejanía y la confusión y sientes que aquella persona que un día fuiste, risueña y feliz, nunca más volverá a existir. Ahora te has convertido en una sombra que ni siquiera ves. No puedes darte cuenta por dónde sopla el viento que te hace daño porque ya formas parte del huracán. No sabes. No entiendes. Te abandonas al correr del tiempo sin la esperanza de que vuelva a conectarse el cable que falta para que todo vuelva a funcionar como antes. Y la pregunta que más te haces no es por qué, si no hasta cuando. 

Cuánto durará el miedo a vivir. Cuánto resistirá un cuerpo esquelético el interminable goteo de pensamientos obsesivos y químicos. Quién ganará ese juego al desgaste. Qué dejo atrás si me muero. Porque supongo que cuando la mente quiebra sólo te quedan dos caminos; dejarse morir o apuntalar la casa hasta que se convierta en un lugar seguro.

Y, de alguna extraña manera, sigues. Porque aunque ya no te importe nada ni tengas ánimo ni fuerzas para seguir y los nervios estén rotos y todo se inunde de hastío y desasosiego hay personas que aún te acompañan y creen en ti.

Así que, volví al mar, acaricié a Kira, escribí otro libro, me dejé cuidar y estoy aprendiendo a saber pedir ayuda. Voy quitando el miedo a vivir; a conducir solo, a estar lejos de casa, a entrar en un supermercado y no querer salir corriendo y a rodearme de gente y ruido sin el temor a que todo se apague. Ya voy volviendo a ser cada vez más yo y menos un cadáver lleno de ansiedad y angustias.

Ahora me baño en el mar, leo a Ray y a Gloria, resuelvo crucigramas, vuelvo a los montes, trepo paredes, empiezo a notar los abrazos y sonrío cada vez que me acerco a la vida. Y, aunque a veces siga sin encontrar la luz al reverso de la nube negra, cada vez hay más momentos en los que tengo la completa certeza de que bien merece la pena estar vivo.

A pesar de todo.

sábado, 28 de enero de 2023

LAS AUSENCIAS

"Come in, she said

I'll give ya shelter from the storm"

Bob Dylan 



Echo de menos la libertad, el crepitar 

de un calor que ya no siento desde hace tiempo. La vida 

cuando era vida. 

Aquella época sin banderas ni destino. La sangre

en las rodillas. El respirar sin miedo a ahogarme. 


Alejarse de un hogar

en busca de una casa donde poder ser uno mismo. Acelerar 

sin el menor titubeo, con la prisa en los bolsillos,

con el ansia de llevarse la vida por delante -como diría Jaime-

y encontrar palabras que rezan esperanza, huecos 

por donde atajar un par de palmos al destino, labios

que supieron mirarme. 


Ahora, sin embargo, escribo desde el golpe, desde la oscuridad  y el fondo. 

Y supongo que soy feliz cuando no pienso en ello;

La vehemencia de los años atravesando el tiempo

abriendo paso al resto; 

el polvo sobre mi herida, la depresión las pastillas, 

el duelo. 


Las lágrimas que no lloré 

queriendo creer 

que escribir me salvaría. 

Las mujeres a las que amé 

y no supe evitar el daño. 


El padecimiento devorando la esperanza. 


Siento 

que ya no estamos todos y a todos 

nos falta algo 

y es triste 

tanta tristeza. 


Se alejan 

los recuerdos de un patio lleno de perros, mi abuela 

ordenando las flores, el olor 

a campo abierto. 


Y comienza a resultar cansado nadar sobre el barro, buscar en los espejos 

el perdón 

y no encontrarse. 

Ahorcar palabras en busca de sentido, a modo de supervivencia. 


Toca

aprender a masticar los cristales del tiempo, convertir 

estos días de sombras en un lugar habitable. 

Entender, supongo, el camino 

las goteras del llorar, el miedo. Creer, al fin, creerme, 

que tras el reverso de esta nube negra 

hay luz,

la misma luz,

cálida y amable de una bienvenida 

la misma luz 

con la que empiezo a calentar mis manos 

tan cansadas ya 

de escribir tan sólo 


ausencias. 


lunes, 7 de noviembre de 2022

EL RELOJ

Todas las noches, justo antes de dormir,
miro el reloj de oro y plata que siempre presumías en tu muñeca.  

Un reloj buenísimo, decías. 
Marca Omega 
esfera blanca, sin iniciales. 

Lo miro ya huérfano de tu mano, inútil 
sin elogios. 

Y cada vez que leo a Lóriga 
o al bueno de Kundera 
él espera, tranquilo sobre la mesita,
retórico
invencible. 

Y me devuelve la mirada 
con su tacto imperdonable
recordándome la victoria del tiempo frente a la piel
dejándome 
los ojos clavados en el monótono bailar de sus agujas 
obligándome a asumir 
el estúpido desgarro 
de ver como la vida avanza

mientras él -mi abuelo-

su amo

ya no. 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

MORFINA

Tu recuerdo tan lleno de sitios comunes que resulta imposible 

sortear la fragilidad del vacío que dejas. Te veo 

sentado en El cristuco, paciente 

y cansado 

de arrastrar unos pies que ya no pueden 

pero pudieron. 

Estás aquí, sacando la lengua 

tras cada fotografía 

exclamando en silencio  

que tienes miedo a morir. 


Aprietas contra tu pecho mi mano y me miras

con orgullo y nostalgia, 

-como miran los exiliados a través del cristal-

justo antes de olvidarme y confundir mi cara con una sombra 

capaz de arrebatarte el pulso. 


Te duele. Y arqueas la espala 

fatigado de luchar contra lo invencible. Lleno 

de un tumor al borde 

de asfixiarte. 


Intento domar el dolor, ser el hombre 

que hubieras querido que fuera, aguantar 

las ganas de llorar 

cuando te veo correr en dirección contraria a la muerte y me pides ayuda

como si yo,

iluso,

pudiera salvarte. 


Cargo 

la jeringuilla con el miedo a equivocarme 

con el temblor inexperto de quien no sabe

si el coste de callar el dolor 

merece la pena. 


Y duermes 

cada vez más, sueñas asustado

con el hermano que se mató y cuervos 

sobre la pared del cuarto.  

Me agarro 

a tu mano 

como al último clavo ardiendo. 

Incapaz de asumir 

que aun estás aquí.


Aunque ya no.


Aunque ya nunca. 





miércoles, 30 de junio de 2021

LO IMPOSIBLE

 Sonaba Antony and The Johnsos,  hacía eco

el batir de unos vencejos sobre nosotros. 

Cómo es tu nombre ahora 

qué te trajo esta vez por aquí, en qué piensas

cuando sientes miedo y te encuentras sola. 

Aun hueles a océano y piedras blancas, y arrastras,

aunque no lo creas, 

un halo de esperanza en cada minúsculo gesto que dejas escapar. 


Qué contar que no sepan los astros. Si, a veces, 

te vi volar sin dejar huellas, escapar 

del ruido enfermo 

de un teléfono que no suena, reír 

como quién al fin lo comprende todo. 


No te seguí. Y puede que me equivocara 

buscando los pasos lejanos 

hacia un lugar que ya no existe. Tratando 

de evitar un golpe inevitable contra ese muro de la cotidianidad. 

Pero confiaba tanto en que la sangre no llegaría a nuestros pies 

que olvidé mirarte a los ojos. Creí entender 

que lo entendía. Y ese fue mi error. 


Al final, todo encaja cuando ya no importa. La nieve ha ocupado mi camino

y tantas resacas después, llega un tropiezo cualquiera 

a ponerte frente a mí

como un tortazo de manos frías. 

Para contarme

una vida tan ajena 

a todo lo que conocí 

que es normal que no me encuentre,

que no vea las cadenas 

aunque pesen y duelan como dolió perderte.  


Supongo que así ha de ser a partir de ahora. 


Entender, tan tarde y torpemente 

todo lo que no supimos entonces, cuando 

aun había esperanza,

cuando aun 

temblaba el suelo por cada paso en falso 

y morían a puñados lagrimas sin ganas de salir . 


Reconocer 

que aun cuando siquiera quedaba herida por sanar 

no dejé de hacerme daño, 

como un mártir enamorado de la tristeza, alargando 

hasta el limite 

hacía lo más hondo y lo menos común 

ese amasijo de penas que me regalaste.


ahora, te doy las gracias también por eso. 


Y hacerme entender otra vez

de nuevo

que siempre nos gustó

regar piedras 

esperando que florezcan. 

sábado, 5 de diciembre de 2020

KIRA

 Nunca buscó una casa grande con jardín 

y arboles bajo los que acostarse. 

No quiso el piso con más metros cuadrados, la piscina 

las vistas al mar

las sabanas de franela. 


Aceptó más que servida lo que vino. Y corrió 

por donde pudo. Porque nunca le importó vivir bajo un palomar o bajo este techo 

sobre el que duerme, 

sólo que una mano amiga la comprendiera, adivinara 

la luz que hay en su alma, la bondad 

tan pura 

y limpia 

con la que existe sin pretenderlo. 


Alguien 

que fuera hogar porque él habita 

y no a la inversa. 



NADIE

 Sin nada que asumir tras la pérdida más que la propia pérdida. 

Acepto, como un castigo merecido, cada estúpida lágrima 

y cada estúpido paso 

con los que me fui alejando, seguro

de que habría un lugar mejor

mas claro y puro. Un sitio

donde respirar no fuese un acto de fe como hasta entonces

y largas praderas verdes se extendían ante nosotros, llenas 

de perros y flores 

como las que nunca me atreví a regalarte. 


Qué simple parece todo cuando ya ha pasado

y tres cervezas de más no harán que lo olvides. Qué rápido 

el consuelo de los desconsolados. La rabia sorda 

de quien ya no quiere oír sus propias mentiras.  


Pero aun queda, en la periferia del dolor, cosas que entender

aunque evite asumirlas. Palabras por decir 

para poner en el lugar adecuado la memoria del amor. 

Debo recordar, entonces, qué mutiló la pálida esperanza que nos envolvía, 

aunque suponga aceptar 

que ambos fuimos alfareros de un dolor que no evité. Saber,

sin compadecimiento ni pena, sin renuncia 

ni rabieta

contra lo inevitable,

que todo ha terminado. 


Así funciona esto. Perdernos 

también era posible  

entre tantos sueños. 


Y ahora, que no estás y yo me he ido. 

No queda  más que asumir que tras la perdida tan sólo queda

este pánico  insalvable

este desconsolado llanto 

que nace al entender 

que tras la pérdida 


no hay nada.